Páginas

jueves, 6 de mayo de 2010

Escalón de mármol sucio.


- ¿A dónde llevaran estas escaleras? - susurré a la voz del silencio.
¿Dónde quieres que te lleven ellas? - respondió la silenciosa voz.

Al filo del peligro. En el borde del abismo. En el hilo del tiempo. No se me ocurren más frases para indicar el sitio donde me encontraba exactamente en ese momento. Me sentía horriblemente relajada, tranquila. Ninguna alteración nerviosa ni mental en mi cuerpo y mente. Mis ojos seguían fijos en el barranco oscuro que tenía bajo mis pies. Una marea caótica de recuerdos y momentos taladraba mi cerebro. Al mismo tiempo, una descarga de adrenalina corrió con fuerza sobre mis venas, casi destrozándolas.
Quería saltar ese abismo. ¡El cuerpo me lo pedía! Pero la mente, más sensata, me suplicaba que no lo hiciese. Hilos mentales invisibles guiaban mi mirada hacia unos peldaños perdidos en la esquina de la habitación. Cuarto redondo, hipnótico y caótico. Me esforcé por alejarme de aquel barranco de oscuridad y acercarme a observar detalladamente cada rincón de aquel tétrico cuarto; cortinas raídas y destrozadas, muebles viejos, muñecas rotas... Me hizo gracia la figura de una gallina-reloj que estaba, justamente, cerca de aquellos peldaños sucios y misteriosos.
Aquel cuarto era completamente blanco, digno de un cuento de hadas. Pero apestaba a soledad y a muerte.
Con al misma curiosidad que coronaba a la pequeña Alicia en su País de las Maravillas. Mis pies, incontrolables, comenzaron a subir cada mágico y blanco peldaño de la escalera. Telarañas y silencio eran sus tesoros a cada tramo. Acariciaba las paredes y el reposamanos, creyendo que yo ya había estado allí, respiraba y degustaba cada amarga sensación que invadía mi pecho, recorría con mi mirada cada rincón...
Supe que cuando llegué a lo más alto de la torre, ya no tenía escapatoria.
Supe que había llegado a mi propio País de las Maravillas.

0 comentarios:

Publicar un comentario